MORGANA Y EL HADA TRAIDORA
Érase una vez una niñita, pequeña, gordita, con cara de hada...
Se
acercó a Morgana que estaba sentada en su piedra de meditación. En la
piedra a la que acudía para hablar con los Dioses y, en especial, con la
Diosa.
Se acercó a ella y le dijo:
-
Morgana, acudo a ti porque estoy perdida. Eres mujer sabia, Suma
Sacerdotisa de Ávalon y necesito que me ayudes a saber quién soy, que me
ayudes a saber cuál es mi cometido.
Morgana la miró a los ojos y aunque algo de su mirada la estremeció, le erizó la piel, le respondió:
- Tú lo sabes bien, pero juntas lo descubriremos.
Morgana la tomó bajo su tutela, aunque con reparo.
La llevó a la cueva de Ávalon, al Templo Sagrado de piedra, y la presentó a sus hermanas.
Eran
momentos duros, complicados, de traiciones y alejamientos. Momentos en
los que Morgana debía tomar decisiones complicadas y en esos momentos,
siempre consultaba. Consultaba con sus consejeros y con Merlín y Vivana.
Siempre estaban con ella, acudían a su llamada en esencia. Y Morgana
tenía siempre a su lado, como consejero especial, a su fiel barquero.
Morgana dejó a la niña en manos de sus Sacerdotisas y salió de la cueva envuelta en su capa y con su espada al cinto.
Subió a su caballo dirección al bosque, cabalgando veloz hasta el círculo de piedra.
Allí se “encontró” con Merlín y Viviana y les preguntó:
- ¿Quién es esa niña?
Merlín respondió:
-
Es una hada, pero cuídate de ella mi hija... Te pondrá trampas, te
acercará a gente, te dirá que te ama... Pero sacará su puñal para
clavártelo.
Y Viviana dijo:
-
La oscuridad siempre está al acecho. Cuando Merlín estaba, cuando
estaba yo y ahora que estás tú. Y siempre te va a perseguir porque las
Sacerdotisas de Ávalon desprenden luz, son luz, y como Suma Sacerdotisa
siempre serás la que más brilla.
Morgana se arrodilló ante Merlín y Viviana. Necesitaba de su protección y la solicitó.
Tanto
Merlín como Viviana, le juraron lealtad y protección. No podía ser de
otro modo. La estirpe no se traiciona y ahora ella era la Señora de
Ávalon, la Dama del Lago.
Camino
de vuelta, Morgana fue a ver a su fiel barquero. A la vez consejero,
aunque por su condición masculina no podía estar “dentro” de Ávalon.
También le consultó y el barquero le respondió:
-
Morgana, la oscuridad se acerca a la luz. Brillas. No puedo decir más,
mi señora, y lo he dicho todo. Pero si por vos he de blandir mi espada,
sólo llamadme y acudiré.
Una vez en Ávalon, Morgana convocó a las Sacerdotisas. Las reunió en la cueva, alrededor del altar.
-
Hermanas, nos acecha la oscuridad. Me he reunido con Merlín y Viviana.
Nos hemos de cuidar. Nos mandan a sus siervos envueltos en un aspecto
dulce. Pero llevan su daga en el cinto.
Debemos
atender a esa niña con apariencia de hada. Pero con nuestro ojo del
alma abierto. Nos preguntará, nos cuestionará y nos traicionará. Hagamos
nuestro trabajo con cautela y unidas como siempre.
Todas salieron de la cueva y se fueron a sus quehaceres normales, diarios.
Morgana
fue a ver a la niñita. Esta, cuando la vió, empezó a llorar. Le contó
que había perdido a sus padres y hermanos, que se sentía muy sola y no
sabía hacia a dónde caminar. Se sentía bruja, pero quería volar con sus
alas.
Morgana la atendió amorosamente. La tomó como discípula predilecta, aún con las advertencias de sus tres consejeros especiales.
Pasó
el tiempo, todo parecía normal. Hasta que una noche Morgana se despertó
de repente y vió salir a la niña de la cueva. Se levantó y lo primero
que vió fue una piel en el camastro de la niña. Se sorprendió y salió
tras ella. Fue fácil encontrarla, ya que vestía una capa roja. La siguió
por el bosque, llegando hasta donde las brumas se disipan. Se
arrepintió de seguirla.
La
vió hablar con varias personas, seres. Era como un cónclave. Había
hasta un Sacerdote Mayor, al que Morgana reconoció. Fueron unos
segundos, pero suficientes como para reconocerle. La recorrió un
tremendo escalofrío. Y regresó a su cueva, se acostó, se hizo la dormida
y esperó al día siguiente.
Amaneció. El día empezó en Ávalon con toda normalidad. Aparente.
Morgana
alertó a tres de sus hermanas. Las tres con las que más trabajaba, en
las que siempre confiaba. Ya eran cuatro en alerta.
La niña fue hablando con todas. Tenía su encomienda, dada la noche anterior.
Morgana
se apartó con sus tres hermanas y acordaron desenmascarar a la niña.
Empezaron a hablarle, todas las Sacerdotisas en círculo. Al ir
preguntándole a la niña, poco a poco se fue derrumbando y quedó al
descubierto. Su cometido quedó claro. No se pudo defender y empezó a
mentir y a arremeter contra Morgana. Blasfemó, gritó y lloró.
Morgana
la consoló y la llevó a la cueva donde le dió cobijo. Una vez allí
recogió sus cosas, las metió en un atillo y la tomó de la mano. La montó
en su caballo, delante de ella... no detrás y se dirigió al lago. Allí
esperaba su barquero fiel junto con su compañero de remo. Subieron en la
barca, aún montadas en el caballo. Cruzaron el lago, bajaron de la
barca, la desmontó y le habló:
-
Mi querida niña, aquí termina tu adiestramiento. Ha sido breve pero
porque tú has querido. Se ha de ser limpio de alma para permanecer en
Ávalon y tomar allí enseñanzas. Tú no eres limpia de alma. Vete con tus
congéneres, aunque las puertas de Ávalon no se te cierran. Feliz
partida.
Morgana
subió a la barca, con su corcel blanco cogido de la rienda, y partió de
nuevo hacia Ávalon. La niña la miraba desde la orilla, con asombro y
rencor. Sus ojos sólo mostraban ira.
Y
Morgana lloraba. Lloraba por la niña y por una nueva traición... y en
silencio pensaba si nunca terminaría esa persecución por parte de la
oscuridad. Y lloró hasta llegar a Ávalon y poder abrazarse, en un eterno
abrazo, con sus hermanas.
Nadie
conoce los secretos de Ávalon tan bien como Morgana y sus Sacerdotisas.
Ellas lo van a guardar y proteger eternamente y vida tras vida.
Y aquí termina la traición anunciada de la dulce hadita... la muy dulce hadita.
Autora: Morgana Barcelona. Registrado en:

