Reflexiones de una Wiccana, algo convencida ya de serlo ©
Cuando
alguien viene a preguntarme sobre Wicca y me propone que le haga la
iniciación, intento ser clara, breve y concisa en lo referente a la
explicación y siempre le digo lo mismo: “¿Estás segur@? ¿De verdad has
entendido lo que te he explicado?
Y
en menos de dos minutos, me doy cuenta de que NO, de que no han
entendido, porque lo primero que dicen haber entendido es que van a ser
bruj@s, cuando nunca hago referencia a la brujería, y no ven el camino
iniciático que es el sendero Wicca. La Wicca puede ser para todos, pero
NO ES para todos.
Cierto
es que la Wicca es contacto con la naturaleza y culto a la Diosa y al
Dios entre otras cosas, pero lo principal es que es un sendero
iniciático en el que cada un@, desde el primer momento, comienza un
camino de dedicación. Un camino que busca, a través de una serie de
procesos y transformaciones, conectar al hombre con el Universo. Y como
tal, es un camino de transformaciones, revoluciones y, por regla
general, es lo último que queremos en nuestras vidas ya que resolver
nuestros propios problemas requiere de esfuerzo y trabajo por nuestra
parte.
Toda
transformación, todo cambio, comienza dentro de nosotros mismos y
entonces es cuando nos enfrentamos a nuestros propios demonios. Sólo así
podemos conectar con la naturaleza y con los Dioses pero para ello
hemos tenido que limpiar y pasar por ese camino iniciático. Un camino en
el que los Dioses nos ponen a prueba, juegan con nosotros de la manera
más increíble e impredecible. Todo esto no lo hacen por capricho ni
porque sean súper-poderosos, sino porque nosotros, sin coacción externa
de ningún tipo, hemos decidido caminar ese camino iniciático.
Planteándolo de forma simple: nosotros les damos poder y autoridad a los
Dioses, al querer conectar con ellos, para que provoquen un cambio en
nosotros.
Si
queremos aprender conscientemente, no es fácil. Probablemente, suframos
en ese aprendizaje. Esto no tiene nada que ver con la “religión” que
nos venden en la mayoría de libros y textos. Si nuuestra pareja estaba
“tocada” es muy probable que después de entrar en el camino, tengamos
que enfrentarnos a los problemas de pareja que no queríamos reconocer y
reaparecen en nuestras propias narices. Si había una serie de decisiones
que no se habían tomado o se habían postergado, tendremos que tomarlas
de forma acelerada. Si hay miedos ocultos, cada ritual los acercará más a
nuestra conciencia. Si pedimos a los Dioses fuerza física, no nos darán
fuerza física; sino que probablemente nos harán saltar obstáculos. Si
les pedimos coraje, no nos darán coraje; sino que nos situarán en medio
de una guerra.
Y
si, encima, queremos llegar a Sacerdotisa o Sacerdote, nos veremos
inmersos en situaciones en las que vamos a tener que expresarnos como
tal. Incluso cuestionándonos la existencia de los Dioses y nuestra
propia valía.
Celebramos
8 festividades, la llamada Rueda del Año, con festejos. Son los ciclos
de transformación de la naturaleza (el nacimiento de las flores, el
crecimiento de los árboles y de la hierba). Y danzamos en honor a la
nueva vida y también para dar la bienvenida a la muerte (el marchitar de
las hojas y la oscuridad de la tierra). Todo esto lo hacemos danzando,
riendo y compartiendo con las hermanas y hermanos del coven, dentro del
círculo. Pero al mismo tiempo se producen los mismos procesos dentro de
nosotros: al celebrar el nacimiento de las flores estamos celebrando,
llamando y acelerando el nacimiento de cosas nuevas dentro de nosotros
mismos, tanto buenas como complejas. Cuando danzamos por la muerte y la
oscuridad, danzamos y catalizamos las propias “muertes y cierres” en
nuestra alma y en nuestra vida. Llamamos a una conclusión y a una toma
de decisiones que cerrarán cosas que igual ni queremos cerrar de
momento, pero que es necesario que se cierren para poder seguir
caminando. Estos rituales (que son preciosos, pero que tienen un
trasfondo esotérico y exotérico) no sólo celebran lo externo. Cada uno
de los rituales de la Rueda del Año es una llamada a la transformación
interna, una llamada y una celebración tanto interior como exterior.
Celebramos y danzamos una y otra vez, Sabbat tras Sabbat, año tras año,
no sólo por las cosas bellas que suceden en la naturaleza que nos rodea,
sino también por las que no nos gustan y son complicadas (no tenemos
trabajo, estamos ante un divorcio, una crisis existencial, una
depresión, problemas familiares, etc.) y así provocamos una catarsis.
Y
por todo lo que pasemos en el sendero iniciático habrá sido una
elección propia. Sólo nuestra, no podemos culpar a nadie. Ni a los
Dioses. No será culpa de los Dioses que pasemos por un momento de crisis
existencial o hasta depresivo. Somos mayores de edad, adultos, y
caminamos por voluntad propia. Y con cada ritual, con cada invocación o
destierro, con cada llamada a la Diosa o al Dios, vamos a dar un paso
más hacia el levantamiento de una barrera o la destrucción de otra. Es
un paso adelante hacia el conocimiento de otras realidades. Un paso dado
por nosotros y sólo por nosotros.
No
es hacer hechizos o invocar al día siguiente de ser iniciado. No
podemos pretender que, de buenas a primeras, se mueva el mundo y que los
demás seres se rindán a nuestra voluntad. Nada de eso. Hemos de pasar
mucho tiempo leyendo, estudiando, haciendo pequeños ejercicios y
rituales, hablando con los miembros del coven, escuchando a los que
están dentro del Coven desde mucho antes que nosotros. Y pasan muchas
cosas: la “mente del coven”, la “energía del coven” está entrando dentro
de nosotros cada vez que estemos dentro del círculo y esta energía
comenzará, por sí misma, a estimular las transformaciones. Nada dentro
de un coven es estático, todo está en constante movimiento. Puede que no
entendamos lo que está ocurriendo, pero hemos de entender que lo
estamos creando y proyectando hacia todo el espacio en el que estamos.
El coven “actúa” dentro de nosotros y llama a nuestro interior con cada
ritual realizado. Así de complejo es esto y así se explica desde el
inicio. Pues en Perfecto Amor y en Perfecta Confianza, formamos parte de
un grupo mágico y un grupo mágico es, necesariamente, un grupo en el
que las transformaciones acontecen.
El
coven es una familia. Sí, pero como en toda familia hay discusiones,
distanciamientos, enemistades, disgustos y hasta separaciones. Al final,
somos y seguiremos siendo aquellos seres humanos con problemas, tabúes,
preconceptos, impresiones equivocadas, egos y necesidades de
reconocimiento. El Perfecto Amor y la Perfecta Confianza no implican
perfección sino por el contrario, el reconocimiento de que mi
hermano/hermana se puede equivocar y de que en ese proceso aprendemos
todos. Aprendemos de los otros, como ha sucedido desde el inicio de los
tiempos.
En
el coven descubrimos que muchas de las cosas que nos parecen
alucinantes y tremendas no son más que fantasías de nuestra mente,
jugadas ocultas del subconsciente. Pero también será en este grupo donde
descubriremos lo importante que es el universo subjetivo y donde
nuestra individualidad será exaltada al mismo tiempo que será exaltada
la mente grupal. Esto no es un proceso simple y no siempre es alegre. A
veces es muy doloroso, porque los EGOS han de quedar fuera.
El
coven espera compromiso por nuestra parte, entrega y dedicación. Lo que
se hace es tan serio como cualquier otro evento de nuestras vidas y no
se está dispuesto a que otros consideren este tipo de trabajo como algo
“extra”, sino que debe realizarse con cierta disciplina y dedicación ya
que todos trabajamos así.
Aprendemos
a hacer magia, pero no es fácil. Hacer magia es provocar
transformaciones de acuerdo con la voluntad. Es un vehículo o
herramienta para alcanzar determinados propósitos. Así que como
iniciados hemos de dominar nuestras propias herramientas, hemos de
conocer las leyes del mundo en el que nos vamos a mover y tendremos que
pasar por el proceso de ensuciarnos las manos, cometiendo errores y
repitiendo ensayos, para aprender y poder mantenerlas limpias. Todo lo
que hacemos tiene una consecuencia y en magia es inevitable llevarse
unos cuantos golpes. Y aprenderemos que las buenas intenciones, aunque
sean buenas, pueden generar la peor de las reacciones. Las buenas
intenciones no garantizan el éxito en magia.
Y
todo esto, por duro que sea, vale la pena. Si entras en este camino has
de tener claro de que no volverás a ser jamás el/la que eras. No serás
jamás el/la mism@. Tus oscuridades saldrán a relucir, pero se verán
iluminadas por una llama que nace, muere y resucita. Todo tu entorno, a
parte de ti mismo, cambiará. Para bien o no. Sólo cambiará. Crecerás,
pero sufrirás. Caminarás, pero tropezarás. Y te conocerás a ti mismo, en
tu luz y en tu oscuridad. Luego, puedes seguir o no en el camino de la
Wicca. Y si sigues, será con conocimiento de causa y con alegría porque
lo que la Wicca te va a dar, no sólo es magia: es honor, amor, luz y una
familia con todas las consecuencias. Y lo que, seguro, no hará de ti es
un/a bruj@ o hechicer@...
© Morganna Barcelona.
